ANÁLISIS -Europa cambia de forma sea cual sea el resultado en Escocia
ESCOCIA-ANALISIS-INDEPENDENCIA:ANÁLISIS -Europa cambia de forma sea cual sea el resultado en Escocia
Por Paul Taylor
PARÍS, 14 sep (Reuters) - Sea cual sea el resultado del referéndum escocés sobre la independencia, la forma de Europa está cambiando a medida que el flujo de poder se aleja de las viejas naciones, desatando reacciones negativas en algunos lugares.
Un "sí" de los escoceses a separarse de Inglaterra tras 307 años de unión causará un terremoto político y abrirá el apetito por el autogobierno en Cataluña y Flandes.
Si optan por el "no", el Gobierno británico ha prometido dar más poderes a Edimburgo, con probables repercusiones en Gales e Irlanda del Norte.
Sea como sea, el precedente de un plebiscito sobre la autodeterminación reverberará en el continente.
El Gobierno español puede tener dificultades para aguantar la presión pública en Cataluña para permitir que la próspera región de casi 7,5 millones de habitantes - más grande que algunos países de la UE - vote.
Centenares de miles de catalanes llenaron las calles de Barcelona el jueves pasado para pedir el derecho a decidir. Lo que hagan los catalanes influirá en el País Vasco, que también cuenta con una amplia autonomía.
La Guerra Fría congeló el mapa de Europa durante una generación. Pero desde la caída del Muro de Berlín, han surgido nuevos estados, otros viejos han reaparecido - de forma sangrienta en los Balcanes, en su mayoría pacíficamente en el Báltico. En muchos países europeos, las regiones han ido ganando poder a expensas del Gobierno central, como ocurrió en la España de los años 70.
La globalización y la integración de la Unión Europea son en parte responsables de desatar una batalla entre fuerzas centrífugas y centrípetas que está lejos de estabilizarse.
Países que durante siglos lucharon entre sí hoy comparten moneda, un área donde se puede viajar sin pasaporte, un mercado único con libre movimiento de ciudadanos, capital, productos y servicios y una serie de normas adoptadas conjuntamente.
A los nacionalistas les resulta difícil, como mostró el amplio apoyo a los partidos antieuropeístas en Reino Unido, Francia, Austria y Holanda en las elecciones al Parlamento Europeo de este año.
Una expotencia imperial como Reino Unido acostumbrada a bregar con sus propios mares hoy tiene que negociar las capturas de pesca en largas negociaciones en Bruselas.
Los países europeos se han convertido en lo que el diplomático británico y de la UE Robert Cooper califica de "estados posmodernos", compartiendo parte de su soberanía.
"La Unión Europea es un sistema muy desarrollado para la injerencia mutua en los asuntos nacionales del otro, hablemos de cervezas o de salsas", escribió Cooper en su libro de 2003 "The Breaking of Nations".
Eso ha convertido las fronteras nacionales en menos importantes y planteado demandas de ciudadanos que quieren más control democrático a nivel subnacional.
La UE ha sido el catalizador de muchos de estos cambios, pero no siempre la solución.
Un Comité Europeo de las Regiones creado en los años 90 para dar a las autoridades locales y regionales voz en Bruselas supuso únicamente añadir otra institución cara a las ya existentes en el bloque, sin poder real.
"El comité de las regiones es un fracaso total. Si no eres un estado, no puedes poner tus temas en la agenda de la UE", dijo un exrepresentante de una de las regiones con más autonomía de Europa, que habló bajo condición de anonimato.
Las grandes regiones europeas como los laender alemanes mantienen oficinas del tamaño de embajadas en Bruselas para promover sus intereses, asegurar fondos de inversión de la UE y cabildear en materia de legislación.
Los movimientos de independencia de Cataluña y Escocia ven la unidad europea como una forma de escapar del yugo de los gobiernos nacionales. Quieren tener su propio asiento en la mesa de la UE, recortando intermediarios en Londres y Madrid.
La crisis económica que comenzó en 2008 ha acelerado las fuerzas de la centralización y el regionalismo en Europa, exacerbando conflictos de recursos entre regiones ricas y más pobres.
Los votantes en Escocia y quienes quieren hacerlo en Cataluña se han vuelto más separatistas en parte para protestar contra las políticas de austeridad impuestas por las élites políticas naciones a las que se critica su desconexión de los ciudadanos de a pie.
El líder nacionalista escocés Alex Salmond es un maestro de destapar el resentimiento contra las instituciones de Londres. La semana pasada bromeó con que si hubiera sabido que los dirigentes de los tres grandes partidos políticos británicos iban a acudir a Escocia a hacer campaña por el "no", les hubiera pagado un autobús.
La crisis ha alimentado también a fuerzas nacionalistas como el Partido Independencia de Reino Unido, el francés Frente Nacional y los partidos de la Libertad de Holanda y Austria, que quieren retirarse de la UE y levantar fronteras nacionales contra inmigrantes e importaciones.
"Es improbable que la Unión Europea, tal y como es al principio del siglo XXI, haya alcanzado su lugar final de descanso", escribió Cooper hace una década. "A largo plazo, la cuestión más importante es si la integración puede ser un proceso mayoritariamente apolítico".
Una mayor fragmentación de naciones incrementaría el estrés de la toma de decisiones de la UE.
Ya es lo bastante difícil conseguir que los 28 países miembros ratifiquen los tratados por unanimidad, algunos en referéndum. Con seis países más en los Balcanes occidentales que tratan de sumarse al bloque y la posibilidad de desmembramiento de actuales, algunos expertos temen que la UE se convierta en poco manejable.
Nicolas Levrat, especialista en derecho internacional en el Instituto de Estudios Globales de la Universidad de Ginebra, ve la proliferación de microestados llevará al bloque a reformar su gobernanza.
"Esta multiplicación de nuevos países forzará a la UE a cambiar la forma en que los estados están representados en la UE", dijo.
"Lo que comenzó con seis (países) y más o menos funciona para 28 definitivamente no funcionará para cien", añadió. (Escrito por Paul Taylor; Traducido por Inmaculada Sanz en Madrid)
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